Las tribus de Gad y Reuvén, cuando están a punto de cruzar el río Yardén y entrar a la Tierra de Israel, le piden permiso a Moshé para no entrar sino que instalarse en las afueras, por la abundante cosecha existente allí para el rebaño.
La reacción de Moshé a su pedido es tajante y negativa:
¿Sus hermanos se encaminan a conquistar la Tierra Prometida, y ustedes se quedan aquí? Con sus actos destruyen la confianza del resto del pueblo y debilitan su motivación.
Moshé los compara con los espías, que desconfiaron de Hashem y hablaron mal de la Tierra de Israel.
Esta comparación llama la atención, porque los espías trataron de convencer a todo el pueblo que la Tierra de Israel no es buena y desconfiaran de Hashem. Gad y Reuvén, en cambio, solo buscaban su comodidad, no buscaban influir en los demás y no desconfiaron de Hashem.
De aquí aprendemos que, aunque las intenciones no sean malas, debemos tener sumo cuidado de no desmoralizar a los demás.
La motivación se retroalimenta dentro del grupo e, inevitablemente, uno que se aparta le quita fuerza al resto
La noche en que los meraglim regresan y desalientan al pueblo, era el 9 del mes de Av. El llanto en vano de esa noche, destinó ese día para ser el día del llanto con razón, por las tragedias que sufriría el pueblo judío, en esa fecha, a lo largo de la historia.
Si Gad y Reuvén se hubiesen separado del pueblo, habría sido tan grave como la deslealtad de los meraglim.
Separarse de los que están haciendo el bien – es debilitarlos. Y solo por su presencia, el que se une – los fortalece.