Paso a paso

Por Betzalel Karmiol, avrej colel Efshar Letakén – Jerusalem.

Es conocida la historia de Rabi Akiva, quien había empezado a estudiar Tora a los 40 años. Un día observó unas pequeñas gotas de agua, que con el tiempo habían podido hacer un agujero en una piedra, y concluyó: “Si estas gotas agujeraron la piedra, la Tora (comparada con agua), seguramente entrará en mi corazón”.

Rab Israel Salanter explica que el problema de Rabi Akiva no era de compresión o entendimiento. A pesar de su edad, entendía lo que día a día estudiaba. Su problema era emocional, no sentía aquellas cosas que su intelecto entendía, como decimos diariamente al finalizar cada rezo “veiadata aiom vahashebota el lebabeja” (“comprenderás hoy y lo llevaras a tu corazón”). Es un gran trabajo entendió, pero con constancia es posible.

Hace muchos años escuché una historia. Quisiera adaptarla resumidamente para este escrito:

Un reconocido socio de la sociedad protectora de animales encontró una orca a las orillas del mar. Desesperado, al ser que la pobre orca no se movía, llamó una ambulancia. La misma arribó, recibiendo la sorpresa de que el paciente no era ni más ni menos que una orca!

Al afamado protector de animales luego de pagar unos billetes convenció al personal médico que la llevaran al hospital.

Luego del flamante arribo, y para sorpresa de todos, la orca paseó por todos los departamentos medicinales. Ya sea previo pago, por amor a los animales u otras razones cada médico daba lo mejor de sípara salvar al pobre animal, pero….sin haber ninguna mejoría.

De repente, una persona quien se encontraba de visita, ajena al plantel del hospital gritó: SEÑORES! LA ORCA NECESITA AGUA!! A-G-U-A!!!

Rápidamente devolvieron la orca al mar, de donde la habían sacado (tan cerca estaba!), y  vivió feliz para siempre.

Es el mismo Rabi Akiva quien nos enseñó que así como el agua es imprescindible para los peces, así la Tora lo es para cada Yehudi. Son estas mismas gotas de agua las que penetran en nuestro corazón. Es el mismo Rabi Akiva quien se rio al encontrarse con las ruinas del Templo de Jerusalem, entendiendo que así como esa profecía de destrucción se estaba materializando, también se hará realidad la profecía de la redención. (¡próximamente en nuestros días, Amen!)

Hay veces que la piedra (nuestra piedra personal…) es muy grande. Pareciera ser que incluso miles de gotas durante miles de días, no podrían hacer ni una pequeña grita en gran roca.

Estamos terminando la cuenta del Omer. Ya quedaron lejanos los días de Pesaj y las medurot de Lag baomer, y en tan solo algunos días BH llegaremos a la cima, el día de Shavuot.

               Podemos tomar esta enseñanza de Rabi Akiva y la cuenta del Omer para no desesperar cuando la roca parece tan grande. Paso a Paso el cambio es posible. Con un objetivo claro (todas las gotas caían precisamente en el mismo lugar) y con perseverancia, fueron todas las gotas las que lograron el objetivo, no la última. Y también “lo bashamim hi” (La Tora no está en el cielo), muchas veces buscamos soluciones lejanas, complejas y rebuscadas. La solución está cerca, muy cerca. (ki bepija ubilbaja laasoto).

Quizas cuando cada uno logre, o intente (que es lo que se nos pide en principio, intentar, y ya que ¡es mucho!) agujerar su roca, podamos ver que todas las rocas personales eran una sola gran roca colectiva. Quizás el agujero que hagamos todos juntos, sea lo suficientemente grande para dar paso al Mashiaj y se concretice la profecía de la redención por la cual el mismo Rabi Akiva llego a reír.

Quizás el mismo Mashiaj, al pasar por ese “agujero colectivo” nos diga: “De verdad, ¡Efshar Letaken!”.

  ¡Jag Shavuot Sameaj!