Por Rav Igal Snertz
Los hijos de Aharon eran grandes tzadikim, pero murieron al acercarse a Hashem de una manera equivocada. Sentían confianza con Hashem y suponían que su alto nivel les permitía acercarse a Él cuando lo desearan.
Los 24,000 alumnos de Rabí Akiva eran grandes sabios de la Torá, pero murieron por una falta leve de respeto mutuo. Cada uno sentía que su alto nivel justificaba su conducta.
Nuestros sabios dicen que es bueno sentir pena por la muerte de los hijos de Aharon. Por la muerte de los alumnos de Rabí Akiva también tenemos costumbres de duelo en estos días.
Los hijos de Aharon y, posteriormente, los alumnos de Rabí Akiva, eran realmente grandes hombres. Su muerte es dolorosa y dejó un vacío en el mundo. Eran discípulos designados para traspasar a las próximas generaciones la kehuná y la Torá, respectivamente.
Sin embargo, quedó la calidad, más que la cantidad.
Todo crecimiento personal presenta el desafío de sentirse grande. Sentirse confiado con la relación con Hashem o sentirse más que el prójimo.
Es necesario crecer, por supuesto, pero junto con eso hay que cuidarse de no afectar la calidad, no afectar la humildad.
Mientras más grande la persona, el desafío de la humildad es más grande. No podemos juzgarla si no pasa la prueba con su grandeza. Justamente por eso, quien logra ser humilde, a pesar de cumplir más, tener mayores logros y entender la vida a un nivel superior, es admirable.