(Basado en el libro “El Código Judío de la felicidad”)
La confianza en las capacidades que poseemos, para alcanzar nuestras aspiraciones, es el fuego que enciende la voluntad de actuar, de la simjá. Si un objetivo parece estar por encima de nuestras posibilidades, no tenemos motivación para alcanzarlo.
Uno de las principales causantes de la ola de tristeza que se esparce por el mundo, es la desconfianza que las personas tienen de sí mismas. Se abstienen de llevar a cabo sus aspiraciones, renuncian a sus sueños y pierden la esperanza de superar los problemas personales y del mundo. El tiempo les transcurre quejándose por la situación en que se encuentran, oprimen todo impulso de actuar y pierden la simjá.
Debemos confiar en que somos capaces de materializar nuestros objetivos y que lo único necesario, es desearlo.
Nuestros sabios aprenden de nuestra parashá que “el hombre es conducido por el camino que desea transitar”. Tenemos que grabar en nuestro corazón que el éxito está a nuestro alcance. ¿Es realmente así? Bilam bendijo al pueblo de Israel en lugar de maldecirlo. ¿Por qué no se materializó su voluntad?
El pasuk dice: “Dios puso un enunciado en la boca de Bilam”. Puso palabras de brajá en su boca. Hizo falta un milagro, una intervención de la naturaleza, para impedir que Bilam maldiga al pueblo. De ahí, la regla general: si no hay intervención Divina, el hombre consigue todo lo que desea.
Rabí Tzadok de Lublín señala que basta con la voluntad de la persona, para que obtenga todo lo deseado. Es evidente que si quiere volar como un pájaro nunca lo logrará, pero todo sueño que esté en el terreno de las posibilidades humanas, es conquistable. Así como existe la fuerza de gravedad, existe la fuerza de voluntad. Así como la manzana que se desprende del árbol cae al piso, la voluntad del hombre se materializa. Podemos comparar los casos en los que la voluntad no se materializa, con los casos en los que Dios sostiene, milagrosamente, la manzana en el aire.
Durante el Holocausto, todas las yeshivot de Europa fueron destruidas. El Rav de Ponievesh llegó a Israel con una visión inamovible de reconstruirlas. Muchos se burlaron de tan ambicioso anhelo; consideraban que no pasaba de ser un sueño. La respuesta del Rav, fue categórica: “Sí, estoy soñando… pero no durmiendo”.