Las tres fuerzas internas de las personas

Por David Lipszyc, avrej en el colel Efshar Letakén – Yerushalaim.


El ser humano está compuesto de 3 fuerzas que configuran su forma de ser y mantenerse en este mundo: La Taava (placer), el Kaas (enojo) y la Hakara (conciencia). El equilibrio de estos puntos es todo el trabajo que una persona tiene que hacer para vivir una vida mejor.

La primera de estas fuerzas, la taava, es el impulso físico que Hashem creó en cada ser vivo, para que pueda mantenerse y suplir sus necesidades básicas. Cualquier ser vivo necesita de una fuerza para conseguir su sustento. La planta necesita succionar agua con sus raíces, el animal buscar su comida, etc. Cada ser vivo tiene sus necesidades conectadas con un impulso a buscarlas. Sin embargo, el ser humano es el único que, además de sentir el placer que lo moviliza para buscar satisfacer sus necesidades, tiene también una fuerza contraria que lo lleva a limitarla y buscar lo espiritual. Esta fuerza es la conciencia, que permite al hombre no perseguir solamente sus placeres físicos, sino también objetivos trascendentales.

El nivel de placer que tiene una persona hacia una necesidad física es inversamente proporcional a la dificultad de conseguir aquello que busca. Es decir, una persona que tiene algo a su alcance, que le es fácil adquirir, va a tener más deseo de conseguirlo. Sin embargo, si para conseguir lo que desea tiene que hacer un esfuerzo mucho más grande, el placer será más débil. Y es acá donde va a tener que entrar la fuerza del enojo para ayudarlo a conseguirlo. Podemos ver, justamente por esto, cómo hoy en día gracias a la tecnología, conseguir lo que necesitamos es cada vez más fácil y rápido; y vemos que las personas tienen más problema de sentir placer que en el pasado. ¿En qué se traducen estos problemas?

El placer es la motivación de servir a nuestro cuerpo lo que quiere, y muchas veces eso mismo se traduce en falta de motivación o en lentitud. El cuerpo no quiere luchar por perseguir las cosas. Si algo es difícil de alcanzar, renuncia a intentarlo. La gente que tiene su midá de búsqueda de placer en forma excesiva por lo general es irresponsable. Le cuesta planear a futuro, ya que busca vivir el aquí y ahora. Busca disfrutar de placeres físicos y puede llegar a hacer toda una “filosofía” de ellos, ya que incluso en el placer más básico existen niveles de cómo disfrutarlo de forma más elevada.

Decimos entonces que una persona que tiene desequilibrada la midá de búsqueda de placer tiene dificultad para planear y conseguir sus metas. Si esto es así, entonces ¿cómo puede hacer para mejorar su midá? Según el Rambam él debería irse al otro extremo, hacia el punto del que carece el sentido de placer, en que va a perder un poco la sensibilidad para tanto placer que busca. El problema es que justamente el punto débil de esta persona es la responsabilidad de asumir nuevos cambios, ya que le cuesta mucho generar cambios en su vida y comprometerse con cosas nuevas. Volvemos entonces a la pregunta inicial: ¿cómo puede alguien que tiene mucha tendencia a busca placer, llegar a un punto medio?

Encontramos un par de técnicas en las palabras de nuestros Sabios, que nos van a dirigir un poco en este camino.

  1. Ayuno del Raavad [1]: Existe una “dieta” conocida en las fuentes de los Rishonim, escrita por el Raavad, que habla de una forma para aprender a controlar la tentación hacia los placeres por medio de pequeños actos constantes. El Raavad escribe que para trabajar la búsqueda de placer, en vez de prohibirse cosas por completo, que la persona coma todo lo que es permitido, pero que se acostumbre a dejar un poco de comida en el plato sin terminar. De esta forma, la persona cada vez que come está aprendiendo a poner su conciencia por sobre el placer, sin dejarse llevar completamente por su deseo de comer. Aunque parezca un acto pequeño, el impacto puede ser muy grande, ya que al hacerlo 2 o 3 veces por día, esto ayuda a meter la conciencia dentro de cada placer en nuestra vida.
  2. Tomar obligaciones que comprometan: Una persona que tiene una inclinación hacia la búsqueda de placer puede tener muchas ganas de empezar nuevas cosas y de mejorar sus hábitos, pero la continuidad y el compromiso son cosas que le van a costar mucho mantener. Por eso, una buena forma de trabajar su midá es tomar pequeñas obligaciones que lo comprometan, de forma diaria o constante, y que sepa que no las puede romper. Por ejemplo, un trabajo nuevo, un estudio fijo con otra persona, etc. De esta forma, siempre y cuando tenga la intención de mejorar, va a ir haciéndose más “responsable” y venciendo de a poco su tendencia al placer.
  3. Mezclar su trabajo con otras midot o kojot: Una persona que, junto con esta midá, también posee un desequilibrio en su midá de hitnasut (dar demasiada importancia a lo que dicen de él), quizás podrá dirigir esta midá para ayudarlo a mejorar su exceso de placer, en ciertas situaciones en las que deberá comprometerse con gente y no quedar mal.

De la misma forma, alguien que busca trabajar o fortalecer su koaj de “temor al cielo” podrá enfocarse en controlar sus búsquedas de placer de a poco, estudiar sobre el rezo y musar para tener mayor conciencia de Hashem en sus actos. Esto, si lo hace con la intención de mejorar su midá de placer, también lo ayudará a cambiar BH.

  • Cree el Yetzer hará y cree la Torá como su antídoto: Nuestros Sabios nos enseñan que la búsqueda de placer es en sí mismo el Yetzer Hará, y sobre él está escrito en la Guemara[2] que cada día se renueva para luchar contra nosotros, que justamente la herramienta con la que el Yetzer nos gana es el poder de la novedad. Si no se renovara, no nos podría ganar. El Yetzer Hará siempre se muestra como algo nuevo, algo que no habíamos probado antes, nos hace pensar que lo que ya tenemos es aburrido y viejo, tenemos que buscar más, algo mejor nuevo. Nos hace pensar que lo que ya tenemos no nos basta, necesitamos más. Sin embargo, en la misma Guemará, está escrito que Hashem creó al Yetzer Hará y también creó el antídoto contra él: la Torá. Quizás lo que nos quiere decir la Guemará es que la Torá nos entrega el poder de lo novedoso, nos hace vivir con una apreciación de la vida más profunda. La Torá es 100 por ciento novedad. Es decir, el placer que podemos encontrar en la Torá es un placer más profundo que cualquier otro placer, ya que es algo que no caduca, que constantemente se renueva.

[1] מובא בספר בעלי נפש, שאר הקדושה דף קמא- קמב

[2] מסכת קידושין דף ל.