Por Rav Igal Snertz
La salida de Egipto con todos sus milagros, es la base del judaísmo. Hashem se reveló de esa forma una sola vez en la historia, mostrando Su control sobre el mundo.
La generación que presenció la revelación Divina, tenía la obligación de transmitir esa impresionante experiencia a sus hijos. Los hijos, a su vez, debían transmitir ese testimonio a sus propios hijos. Y así, sucesivamente, hasta hoy en día.
Muchas mitzvot acompañan esa trasmisión. Algunas diarias como los tfilín, otras anuales como Pesaj, con el objetivo de recordar en forma vivencial la salida de Egipto.
¿Por qué se necesitan mitzvot prácticas para recordar? ¿Por qué no basta con una trasmisión oral, de padres a hijos?
El Sefer Hajinuj enseña en esta parashá, el principio que establece que la internalización de ideas y valores, en lo interno, es producto de los actos externos. En otras palabras: HACER PARA SER.
Para internalizar el significado de la salida de Egipto en nuestro corazón, se necesitan mitzvot prácticas. Así también, en todos los cambios verdaderos, las palabras no pueden remplazar la experiencia educativa vivencial.
La abundancia de palabras, puede ser contraproducente. Como dicen nuestros sabios: “habla poco y haz mucho”. Decir mucho, puede ser la causa de hacer poco…
Criticar constantemente lo negativo de la sociedad, produce la ilusión de “estar haciendo algo”, en lugar de buscar en qué uno mismo puede aportar, para mejorar la situación.
Hablar de los problemas personales es importante, pero hacerlo más allá de lo necesario, también es contraproducente. Se refuerza aún más el foco en los problemas, en lugar de obtener una visión positiva de la realidad. Es ser una víctima de la situación, en lugar de asumir la responsabilidad personal del cambio.
Hablar menos, hacer más.