Por Rav Daniel Oppenheimer
Hay cosas que cambian, y otras que no.
Continuamente se modifica el formato externo del escenario, pero no su esencia intrínseca.
El motivo de celebrar Januca, y – en realidad – cualquier festejo o duelo sólo tiene significado si en el presente y futuro lo sucedido valor. De otro modo, sería simplemente una expresión de nostalgia.
Y la epopeya de los macabeos sigue en pie en la actualidad para todos aquellos que enarbolan sus ideales en un medio en el que se blanden las prácticas de sus adversarios.
El vacío espiritual del deporte, el culto al cuerpo, la vida teatralizada y la falta de voluntad de superar las debilidades humanas – todo simbolizado claramente en la mitología griega – no se ha modificado.
Quizás la forma visible de mostrar estas actitudes, haya mutado entre el Olimpo y Hollywood, pero no su contenido. Y también hay muchos – inclusos los nuestros – que quedan fascinados por las producciones pomposas que proponen, y pocos que adhieran a los principios que heredamos.
La lucha de pocos y débiles contra muchos y poderosos, sigue en pie. También hay que buscar mucho para encontrar algo de aceite puro.
Pero quien lo busca, sin duda lo encontrará.
Gracias a aquellos que lucharon en aquellos días – en todas las instancias de la historia – podemos seguir su ejemplo y pelear también en nuestra época.
Y, por eso, celebramos Januca.