Educar siempre con el ejemplo

Por Gonzalo Golocovsky, avrej en el colel Efshar Letakén – Yerushalaim.


Rav Shlomo Wolbe escribe en su libro “Zria uBinian beJinuj”: No se puede educar a todos los hijos de una misma manera. Cada uno de ellos es diferente. Cuando un padre quiere forzar a su hijo a un determinado comportamiento, quizás logre el objetivo a corto plazo, pero la educación no es a corto plazo, sino que es un camino que lleva muchos años. Una educación sana es entender la naturaleza del niño y ayudarlo a desarrollarse de la mejor manera bajo esa configuración, no la que el padre quiere imponer porque, de lo contrario, a largo plazo tendrá consecuencias negativas. 

A simple vista, este concepto parece básico. Sin embargo, en la práctica no es tan frecuente. Ahora bien, los padres tenemos una responsabilidad mayúscula de educar a hijos de una manera correcta para ayudarlos a alcanzar su máximo potencial una vez que sean autosuficientes. Pero, antes de asumir ese reto, ¿alguna vez hemos hecho el trabajo de conocernos a nosotros mismos?

Cada persona tiene una configuración personal. Pero todos tenemos algo en común: midot (características particulares) que debemos mejorar para lograr el equilibrio y cojot (intereses) que son quienes despiertan nuestras midot. Esta información parece tan obvia que pocas veces nos detenemos a pensar. Peor aún, poco analizamos sobre el porqué de nuestros comportamientos.

Estar equilibrados no implica no utilizar los extremos de las midot. Por ejemplo, podríamos pensar que la responsabilidad es una virtud innegable o que la planificación es necesaria para evitar riesgos. Sin embargo, muchas veces estas características se convierten en nuestras peores enemigas y, si nos excedemos en utilizarlas, se convertirán en típicas acciones de alguien que tiene dificultad de sentir placer. Estar equilibrados significa saber cuándo utilizar cada una de las características que Hashem introdujo en el ser humano. Tener la capacidad de decidir cuándo es correcto enojarse y reaccionar de esa manera o lograr aceptar que el enojo no es válido y no sentirlo. Es vivir la vida disfrutando cuando corresponde y no excederse en la búsqueda de placeres.

Por lo tanto, si queremos educar a nuestros hijos para sacar lo mejor de ellos, debemos conocerlos. Si esto es así, cuánto más y más estamos obligados cada uno y uno a tener claro nuestras características personales.

Para comenzar, se puede probar con un simple ejercicio de pensamiento: ¿Qué actitudes se repiten en tu vida en distintas circunstancias? ¿En todas reacciones igual? Si la respuesta es sí, ¿qué característica personal crees que se está manifestando? Si la respuesta es no, ¿por qué crees que a veces reacciones de una manera y otras de otra en situaciones similares?

Todavía estamos a tiempo. Así como la educación de un hijo es a largo plazo, también se debe tener paciencia con el trabajo de midot de uno mismo. Cada mínimo paso es una moneda de oro que vamos encontrando.