Por Rav Igal Snertz
יַעֲרֹף כַּמָּטָר לִקְחִי תִּזַּל כַּטַּל אִמְרָתִי
(דברים לב, ב)
El pasuk hace una diferencia entre la lluvia (“matar“) y el rocío (“tal“). A la lluvia se le compara con Su enseñanza (“likjí“), y al rocío, con Su palabra (“imratí“). ¿Cuál es la razón?
La lluvia y el rocío, simbolizan la conexión entre el cielo y la tierra.
Pero la lluvia en la tierra de Israel no es constante, depende de nuestros actos. Tal como se menciona en Kriat Shmá, si Am Israel cumple las mitzvot, llueve, y si no…
El rocío, en cambio, es constante e independiente de nuestro comportamiento.
Su palabra es constante, Su voz, que nos llama a hacer el bien, baja todos los días del cielo y cae como rocío sobre nosotros. Pero el aprendizaje, la atención al mensaje, depende de nosotros, igual que la lluvia depende de nosotros.
El deseo de ser bueno y de tener buenas midot, no necesita ser creado. Esa voz ya está dentro de cada uno de nosotros.
Se necesita aprender, mostrar el camino, y alentar a los que se han rendido.
La tierra está sedienta de agua, en nuestras manos está saciarla.