Por Rav Igal Snertz
Yaacov, a punto de morir, llama a sus hijos y les dice: “Júntense, escuchen hijos de Yaacov, escuchen a Israel, vuestro padre” (Shmot 49:2).
Los hijos de Yaacov, con su muerte, pasan a ser los doce pilares del futuro Pueblo de Israel.
Cada uno de los hermanos es diferente, y recibe instrucciones y bendiciones particulares, como describe la Torá a continuación. Existe el riesgo de que cada uno, por sus particularidades, siga un camino independiente.
Sin el padre que los une, las grandes diferencias de carácter, de cómo pensar y de cómo vivir, pueden separar a los hijos para siempre.
Y una amenaza a la unión del pueblo judío, es una amenaza a su existencia. El Pueblo de Israel no podrá superar los desafíos que le esperan sin la unión y el apoyo mutuo.
“Júntense” les dice Yaacov. Antes de morir, les pido que no se separen. Que haya amor entre ustedes y se mantengan unidos.
Yaacov, sin embargo, sabe muy bien que para lograr la unión de sus descendientes, no basta con hermosos discursos sobre la importancia de la de unión y el amor al prójimo. Las diferencias de carácter y de pensamiento son inmensas y las palabras, pequeñas.
Explica el Rav Hirsch, que la unión se consigue solo cuando todos tienen un objetivo común, cuando todos siguen la tradición y los mensajes del mismo padre. “Júntense, escuchen hijos de Yaacov, escuchen a Israel, vuestro padre”.
Las diferencias son un desafío, pero cuando todos luchan por el mismo fin, y escuchan el mismo mensaje, permanecen unidos como un ejército con sus diferentes unidades.
Desde el principio de la historia, nuestras diferencias amenazan el shalom. Por eso, el testamento de nuestro padre es que nos mantengamos unidos; unidos para luchar por el mismo fin y por la misma verdad: “La verdad y el shalom, amarán”.
“והאמת והשלום אהבו” (זכריה ח, יט)